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Escrito por Jennifer Pelegrin
Actualizado 17 de junio de 2025
Los derivados financieros son una herramienta cada vez más utilizada por inversores profesionales y empresas para gestionar riesgos o aprovechar movimientos del mercado. Aunque pueden parecer complejos a primera vista, su funcionamiento básico es más accesible de lo que se suele pensar.
A lo largo de esta guía te explicamos qué son, qué tipos existen, para qué se usan y cuáles son sus ventajas y riesgos.
Los derivados financieros son contratos cuyo valor depende de otro activo y permiten gestionar riesgos, especular o arbitrar sin poseer el activo subyacente.
Existen distintos tipos de derivados, como futuros, forwards, swaps y CFD, cada uno con características y riesgos específicos según dónde se negocien y cómo se estructuren.
Aunque ofrecen ventajas como apalancamiento y diversificación, su uso implica riesgos significativos que deben comprenderse, especialmente en mercados OTC o sin regulación clara.
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Los derivados financieros son contratos cuyo valor depende del precio de otro activo, conocido como activo subyacente. Este puede ser una acción, un índice bursátil, una divisa, una materia prima o incluso un tipo de interés.
Al operar con derivados, no se adquiere el activo en sí, sino que se negocia sobre su evolución futura. Es decir, las partes acuerdan intercambiar pagos o realizar una operación en una fecha posterior, en función del comportamiento de ese activo subyacente.
Estos instrumentos permiten gestionar el riesgo, especular sobre movimientos de mercado o aprovechar diferencias de precios entre mercados. Según el tipo de contrato, pueden implicar la obligación de comprar o vender en una fecha futura o simplemente ofrecer esa posibilidad.
Hoy en día, los derivados se utilizan en mercados regulados y extrabursátiles (OTC), y juegan un papel fundamental en las finanzas globales por su capacidad de adaptación a distintas estrategias.
Si quieres profundizar en cómo operar con derivados en la práctica, consulta esta guía completa sobre trading con derivados financieros.
Existen distintos tipos de instrumentos derivados, según cómo se estructure el contrato y qué activo subyacente lo respalde. Algunos implican comprar o vender en una fecha futura, otros permiten intercambiar flujos financieros o especular con movimientos de precio sin poseer el activo.
Tanto los contratos de futuros como los contratos a plazo (forward) son derivados financieros que permiten acordar hoy la compraventa de un activo en una fecha futura, a un precio determinado.
La diferencia principal entre ambos está en el tipo de mercado en el que se negocian y en el nivel de estandarización del contrato.
Los futuros son contratos estandarizados que se negocian en mercados organizados, como el CME en Estados Unidos o el MEFF en España. Esto implica que sus condiciones (activo, cantidad, vencimiento, forma de liquidación) están predefinidas.
Características principales:
Los forwards son contratos similares, pero se negocian de forma privada (OTC) entre dos partes, sin pasar por un mercado regulado. Por eso, son más flexibles, pero también implican mayor riesgo de contraparte.
Características clave:
Contratos a medida, negociados bilateralmente.
No hay cámara de compensación ni liquidación diaria.
Se utilizan mucho en operaciones de cobertura, sobre todo en mercado de divisas o exportaciones.
Son comunes entre bancos, grandes empresas e instituciones.
Los swaps financieros son contratos mediante los cuales dos partes acuerdan intercambiar flujos de dinero futuros, según condiciones previamente establecidas. Se utilizan sobre todo para gestionar el riesgo de variaciones en tipos de interés, divisas o precios de materias primas.
Son instrumentos que se negocian fuera de los mercados organizados (OTC), lo que significa que se adaptan a las necesidades específicas de las partes involucradas, pero también implican mayor riesgo de contraparte.
Swap de tipos de interés: Dos partes intercambian pagos de intereses, uno a tipo fijo y otro a tipo variable. Se usa para ajustar la exposición financiera según el entorno de tipos.
Swap de divisas: Se intercambian pagos en dos monedas distintas. Son habituales en operaciones internacionales, para evitar el impacto de las fluctuaciones de tipo de cambio.
Swap de materias primas: Permite fijar el precio de una materia prima durante un periodo determinado. Muy usado por empresas energéticas o industriales.
Estos derivados permiten a las empresas cubrirse frente a variaciones no deseadas, y a algunos inversores institucionales aprovechar cambios previstos en el mercado.
Además de los contratos tradicionales como futuros o swaps, existen otros instrumentos derivados más accesibles para los inversores minoristas, especialmente en plataformas de trading online. Entre ellos destacan los CFD (contratos por diferencia) y los certificados.
Los CFD permiten especular sobre la variación de precio de un activo sin necesidad de poseerlo. Son acuerdos entre el inversor y el bróker para intercambiar la diferencia entre el precio de entrada y el de salida del activo subyacente.
Se negocian en mercados OTC, a través de plataformas reguladas.
Permiten operar con acciones, índices, divisas o materias primas.
Incorporan apalancamiento, lo que amplifica tanto beneficios como pérdidas.
No requieren adquirir el activo real.
Los certificados replican la evolución de un activo subyacente (como un índice, una cesta de acciones o una materia prima) y se negocian en bolsa. Dan derecho a recibir un importe en función del comportamiento de ese activo.
Ventajas destacadas:
Operativa sencilla y transparente.
Acceso a una amplia gama de subyacentes.
Permiten diversificación sin comprar los activos directamente.
Estos derivados son especialmente populares entre traders que buscan flexibilidad operativa y exposición a distintos mercados sin necesidad de gestionar activos físicos o grandes volúmenes.
Los derivados financieros no se limitan a un solo propósito. Según cómo se utilicen, pueden servir para protegerse del riesgo, aprovechar oportunidades de mercado o corregir ineficiencias entre precios.
Empresas, instituciones financieras e inversores particulares los emplean por distintos motivos, en función de su estrategia y tolerancia al riesgo. A continuación, vemos los tres usos principales: cobertura, especulación y arbitraje.
Una de las funciones más importantes de los derivados financieros es su uso como herramienta de cobertura de riesgo. Este enfoque busca proteger una posición existente frente a movimientos adversos en el precio del activo subyacente.
En lugar de eliminar el riesgo, la cobertura lo traslada o compensa con un contrato derivado que se comporta de forma opuesta al activo real. Así, si el activo pierde valor, el derivado genera una ganancia que compensa esa pérdida.
Ejemplos comunes de cobertura:
Una empresa que importa materias primas puede usar derivados para fijar el precio de compra y evitar subidas inesperadas.
Un exportador puede acordar un contrato forward sobre divisas para asegurarse un tipo de cambio favorable.
Una entidad financiera puede usar un swap de tipos de interés para protegerse de la subida del Euribor si tiene deuda a tipo variable.
Los derivados también se utilizan para especular sobre los movimientos de precio de un activo sin necesidad de poseerlo. Este enfoque busca obtener beneficios aprovechando la volatilidad del mercado, tanto al alza como a la baja.
Gracias al apalancamiento, los inversores pueden abrir posiciones con una fracción del capital que requeriría operar con el activo directamente. Esto aumenta el potencial de beneficio, pero también el riesgo de pérdida.
Aspectos clave de la especulación con derivados:
Se puede tomar una posición larga (comprar) si se espera que el precio suba.
O una posición corta (vender) si se prevé que el precio baje.
Se usan instrumentos como futuros, CFD o swaps para acceder a mercados como acciones, índices, divisas o materias primas.
El objetivo no es proteger una posición existente, sino aprovechar cambios previstos en el precio.
El arbitraje consiste en aprovechar diferencias de precio entre dos mercados o activos para obtener un beneficio sin riesgo aparente.
En el contexto de los derivados financieros, esta estrategia se aplica cuando un mismo activo tiene valoraciones distintas en mercados diferentes.
El inversor toma una posición compradora en el mercado donde el activo está más barato y una posición vendedora donde está más caro. Al hacerlo de forma simultánea, captura la diferencia de precio, que suele ser pequeña, pero relevante si se repite a gran escala.
Ejemplos de arbitraje con derivados:
Comprar un futuro sobre un índice en una bolsa y vender el mismo futuro en otra, si hay diferencia de cotización.
Aprovechar el desfase entre el precio de contado de un activo y su precio en un contrato forward.
Los derivados financieros ofrecen herramientas muy potentes, tanto para cubrirse frente a riesgos como para operar con eficiencia en los mercados. Sin embargo, también conllevan niveles de riesgo elevados, especialmente cuando se usan con apalancamiento o en mercados poco regulados.
Los derivados son herramientas versátiles que aportan flexibilidad operativa y acceso a mercados que, de otro modo, podrían resultar menos accesibles o más costosos para muchos inversores.
Ventajas principales:
Cobertura de riesgos: Permiten reducir la exposición a variaciones de precios, tipos de interés o tipos de cambio.
Apalancamiento: Es posible abrir una posición con un capital reducido, lo que multiplica la exposición (y potencial de rentabilidad).
Diversificación: Facilitan incluir activos no tradicionales en la cartera, como materias primas, índices o pares de divisas.
Acceso a mercados globales: Sin necesidad de poseer directamente los activos, se puede operar sobre su evolución.
Liquidez y operativa flexible: En muchos casos, se pueden cerrar posiciones antes del vencimiento y reaccionar rápidamente a los movimientos del mercado.
Además, los derivados pueden influir notablemente en la composición de una cartera, facilitando la diversificación y el acceso a mercados globales con menos capital inicial.
Uno de los factores más relevantes a la hora de operar con derivados es el riesgo asociado al tipo de mercado donde se negocian.
Existen diferencias importantes entre los derivados cotizados en mercados organizados y los negociados OTC (over-the-counter), que pueden afectar directamente a la seguridad de la operación.
Riesgos típicos en mercados OTC:
Riesgo de contraparte: Al no haber una cámara de compensación, existe la posibilidad de que una de las partes no cumpla con lo pactado.
Menor transparencia: Los precios y condiciones no están visibles para todos los participantes del mercado.
Falta de estandarización: Los contratos se negocian a medida, lo que puede generar ambigüedades o falta de liquidez si se quiere cerrar la posición antes del vencimiento.
Uno de los principales atractivos de los derivados financieros es el apalancamiento, que permite operar con una exposición mucho mayor al capital realmente invertido. Sin embargo, esto también implica que las pérdidas pueden multiplicarse rápidamente si el mercado se mueve en contra.
Por otro lado, muchos derivados son productos complejos, con estructuras difíciles de entender sin una formación adecuada. Esto aumenta el riesgo de tomar decisiones sin conocer del todo el alcance de la operación.
Riesgos clave asociados:
Pérdidas amplificadas: Al usar apalancamiento, una pequeña variación en el precio del activo subyacente puede provocar una pérdida mayor al capital inicial.
Requerimientos de margen: En algunos productos, si la posición va en contra, se puede exigir una aportación adicional para mantenerla abierta.
Dificultad de valoración: En derivados OTC o exóticos, puede ser difícil calcular el valor real del contrato o su exposición.
Efecto psicológico: La rapidez con la que cambian las posiciones apalancadas puede llevar a tomar decisiones impulsivas.
Los derivados pueden negociarse tanto en mercados organizados, como bolsas oficiales, como en mercados no organizados, también conocidos como OTC (Over The Counter).
Los primeros ofrecen mayor estandarización, liquidez y garantías de cumplimiento, ya que las operaciones están sujetas a supervisión y suelen contar con el respaldo de una cámara de compensación, que actúa como intermediario entre las partes para reducir el riesgo de impago.
Por su parte, los derivados negociados OTC permiten más flexibilidad en cuanto a condiciones contractuales, pero conllevan un mayor riesgo de contraparte y menor transparencia, al tratarse de acuerdos bilaterales sin regulación central.
La elección entre un mercado u otro depende del perfil del inversor, el instrumento en cuestión y los objetivos de cobertura o especulación.
El uso de instrumentos derivados está sujeto a una regulación estricta, especialmente tras la crisis financiera de 2008. La normativa busca mejorar la transparencia, reducir el riesgo sistémico y proteger a los inversores, especialmente a los minoristas.
La Unión Europea creó tres supervisores clave: ESMA, EBA y EIOPA. También aprobó normas como:
EMIR: Obliga a reportar y compensar derivados OTC para reducir el riesgo de contrapartida.
MAR: Combate el uso de información privilegiada y la manipulación de mercado.
MiFID II / MiFIR: Exige mayor transparencia en la negociación de derivados y la prestación de servicios de inversión.
Estas reglas forman parte del sistema Lamfalussy, que permite adaptar la legislación con directrices y reglamentos técnicos.
Los minoristas reciben mayor protección legal. Las empresas deben evaluar si los derivados son adecuados antes de ofrecerlos.
También hay límites al apalancamiento y más requisitos informativos. Si una emisión va dirigida al público general, debe incluir un folleto regulado. En cambio, los inversores profesionales tienen mayor libertad, pero menos garantías.
Los derivados financieros desempeñan un papel esencial en la gestión moderna de inversiones y riesgos. Su capacidad para ofrecer cobertura, acceso a distintos mercados y apalancamiento los convierte en instrumentos versátiles para perfiles variados, desde empresas hasta traders individuales.
Sin embargo, su complejidad y el riesgo asociado, especialmente en entornos OTC o con alto apalancamiento, exigen una comprensión clara antes de utilizarlos. Con un enfoque informado y prudente, los derivados pueden ser aliados valiosos dentro de una estrategia financiera bien estructurada.
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Un forward es un contrato privado para comprar o vender un activo a futuro con un precio pactado. Un swap es un acuerdo para intercambiar flujos financieros, como intereses o divisas, durante un periodo de tiempo.
Los principales tipos de derivados son los futuros, los contratos forward, los swaps, los CFD y los certificados, cada uno con funciones y estructuras distintas.
Se usan para protegerse frente a movimientos adversos del mercado. Por ejemplo, una empresa puede fijar el precio de compra de una materia prima o asegurarse un tipo de cambio favorable en una exportación.
Permiten acceder a más mercados, usar apalancamiento y diversificar sin comprar los activos directamente. Pero también conllevan riesgos que deben conocerse bien.
Los derivados financieros se negocian en mercados organizados, como bolsas, o en mercados OTC. Los primeros ofrecen más garantías; los segundos, más flexibilidad, pero también más riesgo.
En una operación spot la compraventa del activo se realiza de forma inmediata. En un forward, el intercambio se acuerda para una fecha futura a un precio fijado hoy.
SEO Content Writer
Jennifer Pelegrin es redactora SEO con cinco años de experiencia escribiendo para sectores como las finanzas y la ciberseguridad. Está especializada en transformar temas complejos en contenidos fáciles de entender, ayudando a los lectores a comprender mejor la información.
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